martes, 28 de octubre de 2008

La terrible realidad

En estos días son re frecuentes las manifestaciones en favor del aborto, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: "Nosotras parimos, nosotras decidimos".

La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción. Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones a favor y en contra, pero una cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser.

De aquí se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino). Lo importante, en este dilema, es que el feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa.

Considero el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida adecuado para plantear el problema. El término santidad parece incluir un componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la noción de pecado.

En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz.

Seguramente el derecho a tener un cuerpo debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos, en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente, subordinándole al otro.

No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia contra el embrión. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La mayor parte de la gente ve bien el aborto por lo menos en algunos casos límite, como en caso de violación; en youtube hay un vídeo de una mujer de 31 años que nació como consecuencia de la violación de la que fue victima su madre, cuando tenía sólo 15 años. Su madre se vio incapaz de darle los cuidados que merecía su futuro bebé y tomó la valiente decisión de darlo en adopción. Es muy duro ser madre con esa edad y en circunstancias tan dolorosas. Pero pensaría que mayor desgracia era quitar la vida a su hija. Ahora esta mujer da un impresionante testimonio de agradecimiento a su madre y hace una afirmación con toda la fuerza de quién defiende sus propios derechos: “Mi vida no vale menos que la de ustedes debido a la forma en la que fui concebida” Ante esto, sólo puedo darle la razón.

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